Traducción de la Biblia 4 Núm. 3

(1994)

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ISBN: 1526-6907

Publicación semestral de Sociedades Bíblicas Unidas Vol. 4, número 3, II semestre 1994

Editor: Dr. Plutarco Bonilla

Asistencia Editorial: Centro de Servicio para las Américas

Presentación

Este número de Traducción de la Biblia es «especial». Lo es porque tiene ciertas peculiaridades que pasamos a señalar de inmediato.

En primer lugar, la numeración.

Nosotros como algunos lectores hemos considerado extraño que la numeración seguida hasta ahora haya ido a contrapelo del calendario regular. En efecto, el número uno ha correspondido siempre al segundo semestre; y el dos, al primero. Para evitar esto —que a veces crea confusión—, este número lo identificamos así: Volumen 4, Nº 3, II semestre, 1994. Esto no significa que publicaremos un número de más; simplemente, que el próximo será el del primer semestre de 1995.

En segundo lugar, el contenido.

Dos detalles sobresalen en este número: por una parte, incluimos un índice muy completo de todo lo que hemos publicado hasta el presente, de acuerdo con la siguiente clasificación:

* Por número de revista * Por artículos * Por notas breves
* Por reseñas bibliográficas * Por secciones
* Antiguo Testamento; * Nuevo Testamento;

·         Traducción; Versiones; Lingüística)

Y cada una de estas secciones se subdivide, a su vez, por títulos y por nombres de autores.

Por otra parte, continuamos la publicación, iniciada en el número anterior, de la bibliografía preparada por el Dr. Edesio Sánchez, consultor de traducciones de las S.B.U. La ofrecemos como apoyo a la labor que realizan en América Latina los traductores de la Biblia y demás estudiosos del sagrado texto.

Por último, incluimos un artículo del Dr. Samuel Pagán, coordinador de los consultores de traducción en la región de las Américas, sobre un tema que ha llamado la atención de muchos eruditos bíblicos.

Dejamos en manos de nuestros lectores esta nueva entrega, en la confianza de que les será útil. Sus sugerencias y colaboración serán bien recibidas.

El Editor

El «mal de ojo» en la traducción bíblica

Para comprender mejor Gálatas 3.1:

Samuel Pagán

Introducción

La epístola del apóstol Pablo a las comunidades de creyentes en Galacia es uno de los libros más importantes de la Biblia. Su impacto sobre la vida y el pensamiento de la iglesia cristiana ha superado en mucho su modesta extensión: menos de 150 versículos. La carta tiene como propósito examinar, desde una perspectiva teológica, y a través de un lenguaje personal muy emotivo e intenso, cómo un ser humano es justificado ante Dios o, más simplemente, cómo «se saldan las deudas con él». Descrita a veces como la «Carta Magna de la libertad cristiana», esta epístola plantea una cuestión fundamental: ¿Interviene Dios en la realidad humana porque la gente obedece la ley de Moisés o porque ponen su fe en Jesucristo? Así pues, en su esencia la epístola constituye una evaluación crítica del propósito o función de la ley judía y de las tradiciones dentro de la nueva comunidad cristiana nacida en Galacia.

La carta fue escrita como una respuesta a un conflicto existente entre los creyentes de Galacia. La comunidad cristiana, compuesta por gentiles (no judíos) en su mayor parte, se vio enfrentada a un verdadero problema teológico y a la vez práctico: ¿Qué hacer con la ley judía? Algunos cristianos de origen judío favorecían observar la Ley, si no de forma total, por lo menos parcialmente. El problema afectaba a ambos grupos, pero fundamentalmente a los no judíos: ¿Era necesario que los creyentes no judíos, antes de ser aceptados en la iglesia cristiana, aceptaran las prácticas rituales judías?

En esta epístola, el apóstol reacciona enérgicamente contra algunos «falsos maestros» que abogan no solo por la circuncisión, sino también por la observancia de las fiestas judías (4.10). Ello implicaba, desde el punto de vista teológico, que para ser justificado, o sea, para tener una correcta relación con Dios, no era suficiente depositar la fe en Jesús. De acuerdo con esa interpretación teológica, la gente tenía que obedecer las regulaciones de la ley mosaica antes de entrar a formar parte de la iglesia de Jesucristo.

En los primeros dos capítulos de la carta, Pablo defendió su ministerio y comisión como apóstol y también confirmó el mensaje que había proclamado a los creyentes de Galacia. En el tercer capítulo, el apóstol desarrolló su principal argumento teológico: las personas alcanzan la justificación ante Dios por medio de su fe en Jesús, y no por medio de nada que sean capaces de hacer: «El justo por la fe vivirá» (Gl 3.11).

Los primeros cinco versículos del tercer capítulo contienen una apelación directa de Pablo. El apóstol les recuerda a los creyentes gálatas sus experiencias espirituales. Estas experiencias, de acuerdo con el apóstol, constituían una clara evidencia de la verdad de su mensaje. El encabezamiento de Gálatas 3.1 14 en CEV («Contemporary English Version») describe la intención teológica del pasaje: «La fe es el único camino».

El pasaje deja traslucir un cierto desencanto. Para Pablo es algo inconcebible ver el cambio de mentalidad experimentado por los gálatas. Su reacción fue: «¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?» (Gl 3.1).

Aquí Pablo señala un problema particular de la iglesia y afirma que los gálatas no estaban «analizándolo bien», «usando sus cabezas» o «pensando con claridad». Y tras esa afirmación, el apóstol sigue diciendo: «¿Quién os hechizó?» TEV, «¿Quién os embrujó?» RSV, «¿Alguien os ha hecho un maleficio?» CEV, o en español: «¿Quién os fascinó?»7 RVR 60, «¿Quién los embrujó?» VP.

La cosmología de Pablo

La utilización en este contexto del vocablo griego «baskanein» es ciertamente algo muy importante para comprender el razonamiento de Pablo. Esta palabra aparece solamente aquí en el Nuevo Testamento, aunque en la Septuaginta y en la literatura griega es el término que comúnmente se usa para referirse al «mal de ojo».

En la argumentación de Pablo, los «falsos maestros» que estaban propagando «otro evangelio» en el seno de la comunidad de creyentes gálatas, ejercían una influencia nefasta sobre ellos, por medio de una forma específica de hechizo conocida como «mal de ojo». Aunque esta expresión ha sido interpretada como una alusión figurada al abrupto cambio de actitud de los gálatas, probablemente constituya una clave muy importante para comprender la dinámica de los conflictos que se desarrollaban en el seno de esa iglesia.

La creencia en el «mal de ojo» era algo común en el mundo mediterráneo durante esa época. Reconociendo este hecho, Pablo les preguntó a los gálatas si no habían sido «embrujados» o hechos víctimas de algún «maleficio», «confundidos» o aun «pervertidos» por esos «falsos maestros». El apóstol utilizó un vocablo y un concepto bien conocidos para presentar su mensaje: los creyentes gálatas no comprendían adecuadamente el mensaje de Jesús si aceptaban la ley judía como un prerrequisito de la vida cristiana. Habían sido «fascinados» o «embrujados» por algunos falsos líderes. Con esa acusación, Pablo también culpaba a los «falsos maestros» de posesión demoníaca. Y esa acusación ejerció un importante efecto tanto sobre las iglesias de Galacia como sobre los propios «falsos maestros» que fueron objeto de ella.

La cosmología de Pablo se percibe en términos antropomórficos. La teología paulina presenta a Dios como persona, padre (4.4 6), benevolente (3.2 5), misericordioso (1.13 16), y justo (6.7 8). También la misma cosmología incluye toda una serie de otros poderosos agentes malignos que causan daño a los seres humanos: por ejemplo, Satanás (1 Co 7.5), los príncipes de este mundo ( 1 Co 2.6,8) toda autoridad y potencia (1 Co 15.24), los rudimentos del mundo (Gl 4.3,9), los que por naturaleza no son dioses (Gl 4.8), el destructor ( 1 Co 10.10), los demonios (1 Co 10.20 21), el dios de este siglo (2 Co 4.4).

Aún más, en la cosmología de Pablo hay una fuerza maligna dominante que también se percibe en términos antropomórficos, la cual afecta al mundo; suposición que se esconde tras la acusación del apóstol a los gálatas: alguien los ha «fascinado» o los ha hecho objeto de «mal de ojo».

En la cosmovisión de la cultura mediterránea del primer siglo, la idea de causalidad exigía que una persona —humana o no humana— diera lugar al cambio. En ese contexto, la acusación de posesión demoníaca se basaba en la creencia de que fuerzas más allá del control humano eran las causantes de esos efectos que la gente observaba. Una persona o comunidad —como en el caso de los gálatas— acusada de posesión demoníaca, manifestaba una conducta distinta de la que se consideraba normal. Las personas posesas eran excluidas de la comunidad. Por lo tanto, liberar a una persona de los demonios implicaba, no solo una acto de «liberación espiritual», sino la restauración de esa persona al lugar que le correspondía dentro de la comunidad.

@BODY INTERLN = Para especialistas contemporáneos resulta extremadamente difícil tomar en serio esa cosmología, y específicamente comprender la dinámica que bullía tras la creencia en el «mal de ojo». Tales creencias funcionaban en la sociedad como parte de una concepción del mundo. Y la incapacidad de los eruditos occidentales contemporáneos para comprender esa cosmovisión constituye un indicio claro de que se necesitan más investigaciones y estudios serios a fin de vislumbrar cómo una comprensión adecuada de estas creencias contribuye a una mejor evaluación y traducción de los escritos bíblicos.

Para una comprensión adecuada del significado del mensaje apostólico a los gálatas, necesitamos estudiar la creencia sobre el «mal de ojo» y su función en la sociedad antigua y moderna.

El «mal de ojo» en la antigüedad

La creencia en el «mal de ojo» tiene que ver con la extendida noción de que algunas personas pueden producir efectos malignos —enfermedad y aun muerte— sobre otras con solamente mirarlas, con base en el supuesto poder de algunos ojos para embrujar o causar daño con una mirada. La idea de que una mirada maligna es capaz de producir daño a las personas y a las propiedades viene de muy antiguo. Esta creencia, estudiada por antropólogos, folcloristas, misioneros, oftalmólogos, siquiatras, sociólogos y teólogos, no puede ser de manera alguna considerada una superstición anticuada que solo interesa a los académicos: la creencia en el «mal de ojo» es algo poderoso que afecta la conducta de millones de personas en nuestros días. De acuerdo con esta antigua y enraizada preconcepción, todo individuo dotado de «ojo maligno» puede infligir daño, y la víctima potencial debe buscar la manera de proteger su persona y propiedad de tan peligrosas miradas.

En Egipto, la idea del «mal de ojo» desempeñó un importante papel como fuerza mágica; se consideraba como de efectos destructivos sobre los enemigos. También se menciona el «mal de ojo» en ciertos manuscritos mesopotámicos de carácter mágico. Y en la literatura ugarítica se refiere cómo Baal atemorizó a sus enemigos y los destruyó con el poder de su mirada.

Los antiguos habitantes de Canaán utilizaron la magia para neutralizar los efectos de la malevolencia humana y demoníaca. En Gezer, los arqueólogos han desenterrado algunos talismanes con forma de ojo, presumiblemente confeccionados con ese propósito. En la Biblia hebrea, sin embargo, esas prácticas estaban prohibidas y se consideraba el «mal de ojo» como expresión de mala voluntad, de bajeza, celos o envidia. El concepto de «ojo maligno» —en hebreo, «ra’ ‘ayin»— aparece claramente en Proverbios (22.9; 23.6; 28.22); el uso de la palabra «ojos» con el adjetivo «buenos» o «malos» se refiere a la íntima disposición de una persona (cf. Dt 28.54,56). Los ojos claramente revelan las cualidades morales y las actitudes de su poseedor.

En el Talmud y el Midrash, las interpretaciones hagádicas de las narrativas bíblicas presentan el «mal de ojo» en acción. En esas reinterpretaciones de las historias de la Biblia hebrea, Sara está «echándole mal de ojo» a Agar; Los hermanos de José a este, y el gigante Og a Jacob. De la misma manera, el «mal de ojo» habría causado la ruptura de las tablas de la Ley y la muerte de los tres compañeros de Daniel. La principal preocupación de estos intérpretes era demostrar que los judíos no podían ser afectados por el «mal de ojo»; sin embargo, se prescriben varias maneras para impedirlo.

En estos materiales extrabíblicos se ve que, casi siempre, el ejercicio del «mal de ojo» tiene que ver con la disposición de una persona en contra de otra.

El Nuevo Testamento mantiene la concepción de la Biblia hebrea sobre el «mal de ojo». Por lo menos en dos lugares (cf. Mt 6.22 23) la cuestión aparece nítidamente presentada: Mt 20.15; y Mc 7.22. Estos versículos encierran la idea del «mal de ojo» asociada con las íntimas inclinaciones del individuo; por ejemplo, una persona envidiosa.

Descripción y análisis de la creencia en el «mal de ojo»

Para comprender las implicaciones del mensaje y la argumentación que Pablo dirigió a la comunidad de creyentes en Galacia, necesitamos apelar a las ciencias sociales a fin de hallar las categorías adecuadas para evaluar la naturaleza y función del «mal de ojo» en tiempos del Nuevo Testamento. Es muy importante recordar que esta preconcepción y perspectiva del mundo ha estado presente en el área mediterránea durante siglos. Aunque en determinadas culturas se han desarrollado algunas variantes de esta creencia general, sociológicamente hablando se justifica manejar la cuestión a un nivel más elevado de abstracción, en el que las diferencias específicas no desempeñen un papel relevante a la hora de evaluar y comprender los aspectos típicos y la función del fenómeno.

La creencia en el «mal de ojo» se aprecia por los sociólogos como una parte del sistema de creencias y costumbres populares. Comúnmente se le conoce no solo como «mal de ojo», sino como «hechizo», «fascinación», «mal’ d’occhio» o «getatura». Y está presente en las sociedades occidentalizadas y no occidentalizadas, tanto en nuestros días como lo estuvo en el pasado.

Sigmund Freud, evaluando la creencia en el «mal de ojo», afirmó:

Una de las más misteriosas y universales formas de superstición es el miedo al mal de ojo. Aparentemente, el ser humano siempre conoció la fuente de tal temor. Cualquiera que posea algo precioso y a la vez frágil, teme la envidia de otros. Tales sentimientos son traicionados por las miradas, aun si suprimimos su expresión verbal.

El estudio de la creencia en el «mal de ojo» puede dividirse en dos importantes categorías: la primera trata de la acción de provocar el «mal de ojo» y de las formas de protegerse de él; la segunda se relaciona con su cura y sus consecuencias. En la primera categoría podemos identificar a los poseedores de un «ojo maligno», la susceptibilidad ante el fenómeno y sus explicaciones; en la segunda, la detección del «mal de ojo» y la cura de sus efectos.

• Cualquiera puede ser prácticamente poseedor de un «ojo maligno». Generalmente se cree que la persona nace con esa facultad, que a menudo se hereda; sin embargo, casi todo el mundo es capaz de lanzar una mirada maliciosa bajo la influencia de la ira o la envidia. Las diferencias físicas y sociales en relación con la mayoría de la gente en comunidades muy cerradas —por ejemplo, aun en el color de los ojos— hacen que una persona sea considerada poseedora virtual o potencial de un «ojo maligno».

Casi todo el mundo es susceptible de ser influenciado por el «mal de ojo». Sin embargo, están en peligro sobre todo los bebés, los personajes de cierta prominencia y los animales. Se considera que demasiados elogios o admiración hacia una persona u objeto puede hacerlos víctimas del «mal de ojo». Las consecuencias son siempre dañinas: desde leves síntomas de malestar hasta la destrucción y la muerte.

Existen muchos medios de protección contra las influencias del «mal de ojo», los cuales han sido catalogados en dos categorías principales: la primera comprende objetos materiales que la persona lleva sobre sí o se colocan sobre animales y propiedades; la segunda, supone algún tipo de comportamiento, como escupir, orar, gesticular o caminar de cierta manera.

• El proceso de detección y cura de las influencias y consecuencias del «mal de ojo» requiere de la persona afectada que lleve a cabo el ritual. Lo más común es el cántico de oraciones, el uso de agua y fuego, el ungimiento con agua consagrada o, en los círculos cristianos, el signo de la cruz.

Desde la perspectiva de los estudios culturales comparados, la creencia en el «mal de ojo» presenta las siguientes características: se elabora culturalmente en el Cercano Oriente —nunca antes del período neolítico—; está presente en áreas de conflicto social y sicológico; y la persona que provoca el «mal de ojo» se considera frecuentemente alguien hostil, envidioso y que actúa al margen de los códigos culturales.

Las implicaciones de la acusación de «mal de ojo»

El argumento de Pablo en Gálatas 3.1, de que alguien había «fascinado» a los creyentes gálatas, es el equivalente de una acusación formal de «hechicería». Tales acusaciones, en términos sociológicos, funcionan para identificar y denigrar públicamente a los rivales; constituye de hecho una forma de control social.

El fenómeno de la acusación de «hechicería» se presenta en un contexto que muestra algunas características sociales específicas: las fronteras —teológicas y sociales— están claramente definidas; se nota una sensación de vacío de liderazgo; no hay técnicas desarrolladas para resolver problemas; la autoridad local es débil y la competencia por el liderazgo desordenada. Un componente fundamental en las acusaciones de «hechicería» está estrechamente relacionado con el conflicto por el liderazgo.

Aunque los traductores y exégetas han estado estudiando y explicando esta perícopa desde la perspectiva de teologías en conflicto, la evaluación sociológica del pasaje nos permite ver que probablemente detrás de estas diferencias teológicas había una intensa rivalidad, serias contradicciones y hasta celos entre los líderes de la iglesia en Galacia.

La dinámica de la competencia y las rivalidades está ciertamente detrás de esta epístola. Pablo se hallaba sumergido en una disputa y, creo, probablemente en una abierta competencia con algunos líderes de la iglesia en Jerusalén (2.6); se trataba de una seria contradicción entre Cefas —representante de los judaizantes— y Pablo —defensor del grupo de gentiles gálatas— (2.6 9). El apóstol acusó aun a algunos que vinieron «de parte de Jacobo» (2.12) de participar en la predicación de «otro evangelio». A juzgar por la intensa defensa de su ministerio y apostolado, Pablo puede que haya interpretado la presencia de estos en Galacia como un ataque público a su liderazgo, en un tiempo cuando él no estaba presente en aquella iglesia.

Con su acusación de «mal de ojo» Pablo lanzaba una fuerte ofensiva dirigida a reducir la influencia y el poder de los «falsos maestros». El grupo de judaizantes no solo estaba «pervirtiendo» el evangelio y trayendo confusión y desorientación (1.7) a la comunidad de Galacia, sino que actuaba como instrumento del diablo29 al «fascinar» a los creyentes con el «mal de ojo». Con este argumento, Pablo prácticamente hizo un llamado a los gálatas, cuando cita y explica Génesis 21.10 en Gl 4.24 31, para que expulsaran a tan viles personas de la iglesia. ¡El apóstol quería de veras ponerle fin de una vez por todas a la disputa sobre el liderazgo!

Implicaciones para la traducción

Para comprender las implicaciones y la dinámica que está detrás de la acusación de Pablo en Gl 3.1 —y también para captar, en la epístola, el sentido del conflicto en torno al liderazgo—, necesitamos la ayuda de las ciencias sociales. El problema real que se presentó en la iglesia de Galacia no fue solo la división causada por diferentes teologías sobre la interpretación, las implicaciones y la aplicación de la ley mosaica. El conflicto estaba relacionado con la propia naturaleza y la esencia del liderazgo; y esa disputa en torno al liderazgo no aparece propiamente expuesta en las explicaciones exegéticas tradicionales de Gl 3.1.

La dinámica del conflicto en torno al liderazgo, tal como se manifiesta en las acusaciones de «hechicería», ha sido estudiada desde una perspectiva sociológica. Tal estudio ha demostrado su utilidad para la comprensión del argumento de Pablo contra los Gálatas. Detrás de las declaraciones teológicas de Pablo hay un fuerte sentimiento de competencia y una disputa por el liderazgo. Su objetivo final era identificar y posteriormente expulsar a estos «falsos maestros» de la iglesia.

Las explicaciones tradicionales de la epístola a los Gálatas tienden a centrarse en los asuntos teológicos que se discuten; sin embargo, a menudo se ignora o subestima el mundo social en torno a Pablo —por ejemplo, su cosmología—, que tanto afectaba su teología y eclesiología. La evaluación sociológica complementa la exégesis y las explicaciones teológicas. La evaluación lingüística, teológica y hermenéutica del texto puede recibir nueva luz del análisis sociológico. Este provee a los traductores de la Biblia de elementos informativos muy importantes que se necesitan para comprender aspectos que sirven de trasfondo al texto base. Los modelos sociológicos ofrecen valiosas ideas y perspectivas nuevas sobre los problemas sociales, políticos e interpersonales que se manifiestan en la Biblia; en este caso específico, dentro de la comunidad de creyentes gálatas.

A veces, traductores nativos de ciertas regiones estarán en condiciones de relacionarse mejor con el mundo social del Nuevo Testamento que algunos académicos y especialistas occidentales bien entrenados. En las comunidades donde está viva la superstición del «mal de ojo», los traductores locales de la Biblia se encontrarán en una situación ventajosa a la hora de comprender la dinámica que subyace tras el conflicto gálata. Esa comprensión tiene importancia crucial para entender y traducir el texto.

Quizás este tipo de estudio sociológico deba ser incorporado al curriculum formal de los cursos de entrenamiento de los nuevos traductores de la Biblia y, por qué no decirlo, de los consultores de traducciones.

La creencia en el «mal de ojo» tiene que ver con la extendida noción de que algunas personas pueden producir efectos malignos —enfermedad y aun muerte— sobre otras con solamente mirarlas, con base en el supuesto poder de algunos ojos para embrujar o causar daño con una mirada.