Traducción de la Biblia 12 Núm. 2

(2002)

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ISBN: 1526-6907

Publicación semestral de Sociedades Bíblicas Unidas Vol. 12, número 2, II semestre 2002

Comité editorial: Dr. Edesio Sánchez, Dr. Ronald Ross, Dr. Plutarco Bonilla

Director: Plutarco Bonilla A.

Asistencia Editorial: Centro de Servicio para las Américas

Presentación

El volumen 12, número 2, de Traducción de la Biblia, correspondiente al segundo semestre del 2002, marca el cierre del duodécimo año cronológico de la existencia de la revista y el inicio de su decimotercio. El primer número –publicado bajo la dirección del Dr. Edesio Sánchez Cetina–, vio la luz en octubre de 1990. A partir del volumen 2, número 2, el director ha sido quien subscribe estas líneas. En estos doce años cumplidos se han publicado 26 números, incluido el presente.

Por los testimonios escritos que hemos recibido –pocos, es cierto, pues los lectores suelen ser parcos para compartir con la dirección de la revista sus apreciaciones personales–, consideramos que este esfuerzo es apreciado y que Traducción de la Biblia ha contribuido al mejor conocimiento de las Sagradas Escrituras por parte del pueblo cristiano. Así nos lo han dado a conocer por escrito lectores de diferentes puntos del mundo de habla castellana: Cuba, Colombia, España, entre otros. Y de manera oral, especialmente durante las participaciones de los consultores de Sociedades Bíblicas Unidas en las «Jornadas bíblicas» (antes conocidas como «Talleres de ciencias bíblicas»), muchos otros lectores a lo largo de nuestro Continente.

En los 26 números mencionados, se han publicado 55 artículos, 13 notas breves y 20 reseñas de libros. Veintisiete autores escribieron los artículos dichos. Cada uno de esos autores ha investigado concienzudamente las materias sobre las cuales trata. En el esquema general del índice, que hemos colocado al principio de este, se especifican los diferentes campos de investigación que estos escritos han abarcado. Consideramos que la riqueza que ahí se contiene es de gran valor para el estudioso de la Biblia.

Al «Índice general» que se incluye en este número de Traducción de la Biblia se añaden un artículo y una reseña bibliográfica. El artículo («¿Jehová, Yahvé, Señor…?»), escrito por el Dr. Sánchez Cetina, plantea un asunto que es, para muchos cristianos evangélicos, de gran importancia: ¿Debería cambiarse, en versiones como la Reina-Valera, la transcripción –o traducción– del nombre sagrado de Dios, tal como aparece en el Antiguo Testamento? ¿Por qué?

La reseña es de la traducción del Nuevo Testamento hecha por un colaborador de esta revista, el Dr. Pedro Ortiz V., S. J. Reseña el infrascrito.

El Director

Traducción de la Biblia


¿JEHOVÁ, YAHVÉ, SEÑOR…?

¿Qué hay en el Nombre y cómo traducirlo?

Edesio Sánchez Cetina

Las traducciones actuales

Para quienes hemos nacido en la tradición evangélica y pertenecemos a las generaciones que crecieron con la Reina-Valera 1909 ó 1960, leer o decir «Jehová» para referirnos al nombre especial y singular del Dios del Antiguo Testamento es algo normal.

Sin embargo, a partir de la década de los setenta, con la aparición de nuevas traducciones y versiones castellanas, los lectores de la Biblia han descubierto, unas veces con inquietud y otras con sorpresa, que «Jehová»1 no es la única manera de escribir ese nombre especial de Dios.

Tomemos como ejemplo cuatro de las versiones más recientes de la Biblia: Nueva Biblia de Jerusalén (1998), La Biblia *Latinoamérica (1995), Nueva Versión Internacional (1999) y Dios habla hoy (también conocida como Versión Popular; 1994).

La Nueva Biblia de Jerusalén, siguiendo el ejemplo establecido por la versión francesa original, usa la siguiente forma del nombre especial de Dios: «Yahvé»:

Dios habló a Moisés y le dijo: “Yo soy Yahvé. Me aparecí a Abrahán, a Isaac y a Jacob como El Sadday; pero mi nombre de Yahvé no se lo di a conocer” (Ex 6.2-3).

Lo mismo hace La Biblia *Latinoamérica, sólo que en este caso usa una forma más castiza; es decir, evita incluir la «h» intermedia del nombre, y escribe «Yavé»:

Dios habló a Moisés, le dijo: “¡Yo soy Yavé! Me di a conocer a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios de las Alturas, pues no quise revelarles ese nombre mío: Yavé.”

Es importante indicar que ambas versiones son publicadas por editoriales católicas.

La Dios habla hoy sigue el ejemplo establecido por la versión griega desde el tercer siglo antes de la era cristiana (la Septuaginta). Esta versión, hecha por judíos para judíos, evitó escribir el sacrosanto nombre de Dios y en su lugar usó la palabra griega kyrios, que a su vez traducía la palabra hebrea Adonay. Ambas tienen el sentido castellano de «Señor» (lo que en inglés se denomina «Lord»). Así, Dios habla hoy dice en Éxodo 6.2-3:

Dios se dirigió a Moisés y le dijo: —Yo soy EL SEÑOR. Me manifesté a Abraham, Isaac y Jacob con el nombre de Dios todopoderoso, pero no me di a conocer a ellos con mi verdadero nombre: EL SEÑOR.

En la mayoría de lugares donde se cita este nombre de Dios, Dios habla hoy escribe «Señor». En Ex 6.2-3 pone el nombre con todas las letras mayúsculas por lo especial del pasaje. La Nueva Versión Internacional se coloca en la misma tradición, y se une a la mayoría de versiones modernas tanto castellanas como inglesas para usar el título «SEÑOR» en lugar del nombre especial o sacrosanto. Nótese que en esta versión el título aparece en versalitas o letras mayúsculas pequeñas (y no incluye el artículo con este tipo de letra):2

En otra ocasión, Dios habló con Moisés y le dijo: “Yo soy el SEÑOR. Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob bajo el nombre de Dios Todopoderoso, pero no les revelé mi verdadero nombre, que es el SEÑOR”.

No conozco ninguna versión castellana que utilice, para referirse al nombre especial de Dios, alguna forma diferente de las tres indicadas en los párrafos precedentes: «Jehová» (o «Jehovah»), «Yahvé» (o «Yavé») y «Señor» (o «SEÑOR»). La versión portuguesa A Bíblia na Linguagem de Hoje (1988) había preferido usar la expresión «Dios Eterno»:

Deus disse a Moisés: —Eu sou o Deus Eterno. Eu apareci a Abraão, a Isaque e a Jacó como o Deus Todo-Poderoso, porém não deixei que me conhecessem pelo meu nome de o Deus Eterno.

Sin embargo, en la revisión de esa versión, que lleva el nombre de Bíblia Sagrada. Nova Traduçãna Linguagem de Hoje (2000) se abandona la expresión «Deus Eterno» y se prefiere «SENHOR».

¿Por qué tales diferencias? Para responder a esta pregunta será necesario retroceder varios milenios. Debemos encontrar las razones que han llevado a traductores y exegetas a usar una o más de las posibilidades antes expuestas.

¿Cuál es la ortografía original y qué significa?

Empecemos con la explicación que da a la palabra «Jehová» la versión Reina-Valera 60, en su glosario:

JEHOVÁ. Nombre personal de Dios en el Antiguo Testamento. En el hebreo primitivo, que carecía de vocales escritas, las consonantes son YHVH. Por respeto, dejó de pronunciarse, y en su lugar se leía “Adonay” (el Señor). Para recordar esto al lector, los rabinos le pusieron las vocales e, o a, sólo como contraseña, cuando inventaron un sistema de vocales escritas para el hebreo. En los medios cristianos empezó a leerse desde fines de la Edad Media con esas vocales y así resultó la forma latinizada “Jehovah”, de donde viene “Jehová”. Los hebraístas han llegado al acuerdo general de que la pronunciación original debe de haber sido Yahveh. Su significado se asocia con la idea de Ser Existencia.

En esta explicación, resumida pero muy completa, encontramos todos los elementos necesarios para entender por qué algunas versiones usan «Jehová» (o «Jehovah»), «Yahvé» (o «Yavé»), «Señor» (o «SEÑOR»).

El «tetragrámaton» YHVH

Las cuatro consonantes que componen el nombre especial de Dios forman, en el Antiguo Testamento, el nombre divino que más se usa para referirse al Dios de Israel (unas 6,800 veces). Las cuatro consonantes hebreas יהוה suelen transliterarse, con grafía castellana, de la siguiente manera: YHWH o YHVH.3

Sin embargo, no está del todo claro, aun en el día de hoy, si, en efecto, fueron cuatro las consonantes que formaban parte, desde el principio, del nombre especial de Dios. En el Antiguo Testamento encontramos dos formas cortas del nombre: yh יה, Ex 15.2) y yhw יהו ), que aparece sobre todo como parte de nombres propios. La presencia de estas formas cortas en documentos extrabíblicos anteriores a Moisés, lleva a pensar que podrían ser las formas más antiguas del nombre. Sin embargo, al decir de Walter Eichrodt y otros, la forma larga, YHVH, es la apropiada para el nombre especial de Dios, y está directamente unida a la revelación divina a Moisés.4 Es importante señalar, al respecto, que la forma larga del nombre divino se encuentra presente en la «Estela de Mesa» o «Estela moabita», documento extrabíblico del siglo 9 a.C. Esa forma larga de cuatro consonantes proviene, según el consenso general de los biblistas, de hwy/hwh, raíz semítica del noroeste, empleada en el imperfecto del tema verbal simple, qal.5

Un problema todavía mayor tiene que ver con la pronunciación original y el significado de la palabra, si es que lo tenía. Tal como se dice en el glosario de la Reina-Valera 60, elconsenso entre los biblistas es que «Yahveh» («Yahvé» o «Yavé») fue, posiblemente, la pronunciación de la palabra. Varios textos griegos provenientes del período patrístico corroboran tal pronunciación: Iabe (Iabé), como la transcribía Teodoreto de Ciro o Iaoue (Iaoué), como la transcribía Clemente de Alejandría. Además, la forma «Yavé» responde de mejor manera a las reglas gramaticales del hebreo bíblico. A esto debe añadirse el hecho de que esa secuencia fonética aparece en un buen número de nombres amorreos.6

En relación con el significado, aunque se han ensayado varias propuestas, el texto bíblico (de manera especial Ex 3.14; véase también Os 1.9), y los estudios filológicos en general apuntan hacia una forma del verbo «ser» en hebreo. El verbo hebreo, a diferencia del verbo castellano, tiene lo que en gramática se llama «temas verbales». En el caso específico del nombre divino, Yahvé, los biblistas han señalado que el nombre podría ser una forma del imperfecto del tema verbal simple llamado qal o una forma del imperfecto del tema verbal causativo «hifil».

La escuela norteamericana, iniciada por William Albright, se inclina más por el causativo y da al nombre divino el sentido de «el que causa la existencia» o «el que crea». Aunque este sentido ha gozado de gran aceptación, en las últimas décadas ha sido objeto de importantes objeciones.

De acuerdo con Tryggve N. D. Mettinger,7«YHVH» (o «Yahvé») significa simplemente «Él es». Esto se deduce como consecuencia lógica de la forma verbal en primera persona que aparece en Ex 3.14: אהיה (ehyeh)«Yo soy». Si Dios dice de sí mismo: «Yo soy», el pueblo dice de Dios: «Él es». Esta es la postura que actualmente goza de mayor aceptación. Véase como ejemplo la afirmación al respecto de אהיה E. Jenni:8

…parece que debemos limitarnos prácticamente al modo qal «él es, se manifiesta actuante» […]. Esta explicación etimológica del nombre de Yahvé, que es la más comúnmente aceptada entre los autores modernos, se parece mucho a la presentada en Ex 3.14.

Hasta aquí podemos decir que aquellas versiones como la Nueva Biblia de Jerusalén La Biblia *Latinoamérica responden correctamente a las conclusiones alcanzadas por la mayoría de los biblistas. El uso del nombre «Yahvé»o«Yavé» para referirse al nombre especial de Dios es, en efecto, correcto. Sin embargo, todavía falta responder la siguiente pregunta: ¿por qué la mayoría de las versiones castellanas (o inglesas, francesas, portuguesas, alemanas) no sigue este consenso?

…si blasfemare el Nombre, que muera

(Lv 24.16, RVR-60)

Existen muchos testimonios, tanto en la literatura bíblica como en la extrabíblica, que demuestran lo sacrosanto que llegó a considerarse el nombre «Yahvé». La cita de Levítico, así como el tercer mandamiento del decálogo, son dos ejemplos importantes al respecto. A menudo leemos o escuchamos del cuidado con el que los copistas judíos de la antigüedad transmitieron con profunda reverencia los documentos que contenían el nombre de Dios. Se cuenta de varios escribas que dejaban en blanco el espacio donde se debía escribir el nombre de Dios, y sólo lo completaban después de una serie de ritos especiales de purificación. En otros casos, el nombre se sustituía por cuatro puntos o se escribía con una grafía especial, a menudo más antigua.

Aunque no se sabe la fecha exacta en la que se abandonó el uso del nombre en los textos bíblicos, la mayoría de los especialistas considera que eso debió de haber sucedido en algún momento de la época posexílica. Tanto la Septuaginta como los documentos procedentes del judaísmo rabínico (adyacente a las sinagogas) indican que, para la lectura pública, cada vez que se llegaba a un texto que contenía las consonantes YHVH, sustituían estas, especialmente, por la palabra hebrea Adonay.En la Septuaginta, la palabra griega correspondiente es Kyrios. Varios libros bíblicos muestran que la palabra Elohim («Dios») también sustituyó el nombre YHVH. Además de las dos palabras ya mencionadas, se recurrió, también, a las expresiones «el Nombre» y «el cielo». Este último ejemplo se nota sobre todo en casos como el de Lucas 15.21 donde el «hijo perdido» le dice a su padre que había ofendido al «cielo», sustituyendo así el uso del nombre sacrosanto.

¿Por qué «Jehová» y no «Yahvé» en la RVR-60 y en la RVR-95?

Cuando los masoretas (grupo de eruditos judíos de la Edad Media) decidieron agregarle al texto bíblico hebreo la puntuación vocálica, con el fin de evitar la perdida de la pronunciación correcta de las Sagradas Escrituras, trataron de manera muy especial el nombre divino. A las cuatro consonantes del nombre sagrado, YHVH, le agregaron los signos vocálicos correspondientes a la palabra hebrea Adonay, creando así lo que los especialistas llaman el qerê perpetuum;es decir, aunque las consonantes permanecen a la vista, la verdadera pronunciación del nombre quedó por siempre perdida. La combinación de las dos palabras (consonantes del nombre original y vocales del nombre sustituto) dio como resultado el nombre híbrido Yehovah.9 Para la mayoría de los lectores de este texto hebreo acompañado de signos vocálicos (que hoy conocemos como «Texto Masorético», TM) no hubo problema alguno: cada vez que aparecía el nombre compuesto, su mirada se centraba en las vocales, no en las consonantes. Por ello, en la lectura pública jamás se pronunciaban las consonantes.

El problema vino cuando los lectores y traductores cristianos empezaron a leer el nombre híbrido. Sea por ignorancia o uso consciente, el caso es que para el año 1100 d.C. ya aparecía en las traducciones y lecturas públicas de la iglesia el nombre «Jehová». Los biblistas de la Ilustración y la Reforma no objetaron el uso de «Jehová». No fue sino hasta el siglo 19 de nuestra era cuando los biblistas empezaron a poner resistencia al uso del nombre híbrido, reconociéndolo como una aberración gramatical.

El hecho de que tal nombre aparezca en varias versiones antiguas conocidas, como la Reina-Valera y la King James (inglés), muestra que la fuerza de la tradición perduró en ellas. Los traductores y revisores de esas versiones, sobre todo en la antigüedad, lo tomaron del latín y lo transcribieron a sus respectivas versiones. Muchos himnos en la tradición evangélica castellana muestran ser también herederos de esa tradición.

¿Por qué «Señor» o «SEÑOR» en lugar de «Yahvé» o «Jehová»?

Cualquier lector de la Biblia que haya usado una buena variedad de versiones contemporáneas tanto en castellano como en los otros idiomas mayoritarios, descubrirá que la tendencia es evitar cualquiera forma del nombre sacrosanto de Dios. En su lugar, siguiendo la tradición iniciada por la Septuaginta, se usa el título «Señor» o «SEÑOR». Así se respeta la larga tradición judía de no pronunciar el nombre sacrosanto de Dios, y se opta por usar la traducción de una palabra cuya pronunciación y grafía no tienen problema alguno: Adonay. Además, desde la perspectiva teológica, no solo se resalta el hecho de que el nombre sacrosanto guarda un misterio y encierra un secreto, sino que también reconoce que Jesucristo, a quien el Nuevo Testamento se refiere como «Señor», es el mismo Dios del Antiguo Testamento a quien la tradición judía también llama «Señor».

Conclusión

Con el respeto que se merecen todos aquellos que se sienten inclinados a usar versiones que han elegido tal o cual uso del nombre divino, quien esto escribe ofrece su opinión respecto del tema.

La tarea de las traducciones bíblicas ha demostrado lo difícil que resulta traducir los nombres y títulos de Dios a los diversos idiomas que hoy existen en el mundo. Para quienes nos dedicamos a la traducción de la Biblia a los llamados «idiomas indígenas», este es un asunto que no se puede tomar a la ligera, porque el problema no sólo se da en el ámbito de tradiciones y confesiones cristianas, sino sobre todo en el de las características lingüísticas de cada idioma. En este sentido, nuestras traducciones castellanas también tienen que tomar en cuenta a los traductores indígenas que usan nuestras versiones como modelo de traducción y como fuente.

Por otro lado, quienes traducen, revisan, publican y distribuyen las Sagradas Escrituras tienen que tomar en cuenta al público que las va a usar. La variedad de versiones, que manifiestan distintas maneras de enfrentar la tarea de traducción, responde a necesidades diversas de la misión de la iglesia. Por ello, es importante que todos perciban con claridad el valor de cada versión como proyecto singular, y no caigan en la tentación de valorarla o evaluarla a la luz de otra versión en particular.

Hay versiones que han sido traducidas o revisadas con el fin de servir al mundo académico y a los que necesitan, por su papel en la misión de la iglesia, profundizar más en la exégesis y la interpretación. Para ellos, me parece a mí, una versión que decida transcribir el nombre de Dios como debió de ser el original, «Yahvé», es algo excelente. Tales versiones, como es el caso de la Nueva Biblia de Jerusalén, también prestan especial atención a la transcripción de los otros nombres y títulos divinos, y de otros asuntos importantes para la exégesis.

Existen, por otro lado, versiones cuyo propósito es el uso litúrgico. Es decir, han sido preparadas para la lectura pública. En tales casos, y me parece que esta es la situación de la Nueva Versión Internacional, la opción por el uso de «Señor» es la preferible. Hay que reconocer que en el culto y en la proclamación de la Palabra no siempre están presentes o escuchan personas de la misma tradición o confesión cristiana. Por ello, el uso de la palabra «Señor» responde perfectamente a la sensibilidad interconfesional y ecuménica.

En la línea interconfesional debe colocarse la versión Dios habla hoy. Esta versión, que también usa el título «Señor», responde a la necesidad de servir a un público tan variado y tan diverso como es el de la cristiandad latinoamericana. Tanto la NVI como la DHH, por ser traducciones del siglo 20 y para el mundo hispanohablante, reconocen tácitamente que el uso de «Jehová» o «Yahvé» corre el peligro de alienar o incomodar a importantes sectores de la cristiandad latinoamericana. De todos es sabido que el uso de «Jehová» es propio de la tradición protestante y el de «Yahvé», de la católica.

Y esto nos hace hablar de las versiones pertenecientes a la tradición de Reina-Valera. Aunque el nombre «Jehová» sea, como ya se ha dicho una y otra vez, un híbrido poco feliz, quienes hemos crecido en la tradición protestante de habla hispana veríamos como cosa extraña recibir una Biblia que sea Reina-Valera y que no tenga «Jehová» como el nombre de Dios. Estemos o no de acuerdo con la ortografía y uso de la palabra, ella pertenece a Reina-Valera, y no podemos retroceder al siglo 16 para cambiarla. Mi opinión es que toda versión que surja como producto de la revisión de Reina-Valera, debe, por respeto a la tradición, mantener el nombre «Jehová».

Las nuevas generaciones protestantes deberán estar preparadas para el uso de versiones que respondan mejor a los avances exegéticos y lingüísticos, así como a la sensibilidad interconfesional que tanto necesitamos para realizar mejor nuestra tarea misionera. ❒

Bibliografía

Jenni, Ernest. 1978. «Yhwh Yahvé», en: Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento, Volumen I, cols. 967-975. Madrid: Ediciones Cristiandad.

Mettinger, Tryggve N.D. 1994. Buscando a Dios: significado y mensaje de los nombres divinos en la Biblia. Córdoba: Ediciones El Almendro.

Rad, Gerhard Von 1972 Teología del Antiguo Testamento, Volumen I. Salamanca: Ediciones Sígueme.

Vaux, Roland De. 1974. Historia antigua de Israel, Volumen I. Madrid: Ediciones Cristiandad.


1 La versión Reina-Valera Actualizada escribe el nombre de Dios de la siguiente manera: «Jehovah», como intento de reproducir las cuatro consonantes (o tetragrámaton) del nombre hebreo.

2 Lo mismo hace La Biblia de las Américas.

3 Recuérdese que el hebreo se lee de derecha a izquierda.

4 Walter Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento I, p. 173.

5 Roland De Vaux, Historia antigua de Israel I, p. 336 y 339.

6 De Vaux, p. 332.

7 Buscando a Dios. Significado y mensaje de los nombres divinos en la Biblia, p. 45-51.

8 «Yhwh Yahvé», Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento I, p. 969-970.

Algunos se preguntarán por qué si Adonay empieza con la vocal «A», la palabra «Jehová» tiene como primera vocal la «e». La explicación es esta: en el hebreo existe una semivocal llamada «shevá» que normalmente se translitera como una «e» volada (). El sonido de esta semivocal se acerca más al de la «e»; sin embargo, cuando acompaña a ciertas consonantes hebreas especiales, su sonido y grafía varían un poco. De allí que la semivocal en la palabra yn:doa} se transcriba como «a» y no como «e».


Reseña

UNA NUEVA TRADUCCIÓN BÍBLICA:

Nuevo Testamento

Traducción y anotaciones de Pedro Ortiz V.

(Santafé de Bogotá: San Pablo, 2000)

Plutarco Bonilla A.

El Dr. Pedro Ortiz Valdivieso, S.J., es un reconocido biblista que ya ha enriquecido la bibliografía bíblica latinoamericana con varias obras de significativo valor.1

Doctorado en ciencias bíblicas por el Instituto Bíblico Pontificio de Roma, el Prof. Ortiz V. ejerce actualmente la docencia en la Pontificia Universidad Javeriana (Santafé de Bogotá), de cuya Facultad de Teología es el decano. Tiene, además, una amplia experiencia en el campo de la traducción bíblica. Fue miembro, desde sus inicios, del equipo de traductores que produjo, para Sociedades Bíblicas Unidas, la traducción que se conoce comúnmente como «versión popular», cuya última revisión, publicada primeramente como Biblia de estudio, lleva el título de Dios habla hoy. Edición de estudio.2 Hace poco menos de dos años, el P. Ortiz nos entregó su propia traducción del Nuevo Testamento. Dice el autor en el «Prólogo»:

En la preparación de la traducción de muchos textos tuvo una participación considerable el P. Germán Correa, O.P. Para [sic] la revisión general, así como para las introducciones y el material explicativo y complementario, el responsable exclusivo es el que firma este Prólogo. [P. 5]

Como ya se indica en la cita precedente, esta edición del NT no se limita a presentar únicamente una nueva traducción del texto sagrado, sino que incluye una serie de materiales que tienen como propósito «contribuir al mejor entendimiento del Nuevo Testamento y por sobre todo al conocimiento, amor y seguimiento más fiel de aquel que es el centro de este libro: la persona de nuestro Señor Jesucristo» (p. 6). Ese material adicional incluye lo siguiente:

… varias introducciones (Introducción general al Nuevo Testamento, Introducción a los Evangelios, Introducción a las Cartas, introducciones a cada uno de los libros)… un Glosario… una sección de temas bíblicos… [P. 5]

Y añade:

En vez de poner notas explicativas al pie de la página se optó por colocar al comienzo de cada pasaje, después del título y en letra cursiva, una breve explicación que ayude a entender mejor el sentido general del pasaje… Al final de cada pasaje se colocan notas de carácter técnico y particular. [P. 5-6]

Se trata, pues, de unas ayudas no solo para quien guste de leer el NT, sino también para quien tenga interés en iniciarse en el estudio del texto fundamental para nuestro conocimiento del Señor Jesús.

No estamos ante una obra voluminosa. Todas las adiciones que se han mencionado, más diversas tablas («Grandes épocas de la historia de Israel», «Cuadro sinóptico de la historia del NT», «Tiempo aproximado de la composición de los libros del NT» y cuatro mapas) abarcan 768 páginas del tamaño de media cuartilla. Para lograrlo, el autor recurre a un estilo terso, directo, concentrado y sin florituras ni desperdicio de adjetivos. La impresión es nítida, y deja muy clara para el lector la distinción entre lo que es el texto mismo del NT y los materiales adicionales.

Naturaleza de la traducción

«Esta traducción está hecha a partir del texto original griego según las ediciones críticas más autorizadas actualmente.»3 Así comienza el «Prólogo». Tal aclaración representa la tendencia general en las traducciones del NT hechas en épocas recientes: abandono del Textus receptus a favor del texto crítico, como reconocimiento de la ingente labor que los críticos textuales han realizado en el establecimiento del texto del NT. Por eso, en la obra que reseñamos aparecen, aquí y allá, indicaciones de crítica textual, como, por ejemplo, cuando una determinada expresión o un determinado pasaje se encuentra en unos manuscritos pero no en otros. También se dan casos en los que el traductor indica, en nota, que un determinado texto puede traducirse de otra manera. (Véanse las notas correspondientes a estos textos: Jn 1.3-4; 1 Co 7.21; 36-38).

Se señala también en el «Prólogo», por una parte, que «se ha adoptado el uso más corriente del castellano en Hispanoamérica», y por otra, que la traducción misma «no está destinada específicamente al uso litúrgico». Ambos elementos deben tomarse en consideración al evaluar esta obra.

Puesto que esta reseña no puede ser exhaustiva, les prestaremos particular atención a algunos aspectos que consideramos importantes.

Los textos poéticos

Los textos cuyas referencias indicamos a continuación están impresos de tal manera que el lector percibe, directamente, que se trata de textos poéticos. Mt 5.3-10 (el versículo 11, que es parte de las bienaventuranzas, no tiene esa estructura); 6.9-13 (Padrenuestro); Mc 7.6b-7; Lc 1.46-55, 68-79; 3.4-6; 4.18-19; 6.20-26; 11.2-4; Jn 1.1-18; 12.40; Hch 2.17-21; Flp 2.6-11; Col 1.15-20, y otros.

Sin embargo, no se imprimen de esa manera otros textos que sí aparecen como escritos poéticos en la edición crítica del NT de Nestle-Aland (y en la de Sociedades Bíblicas Unidas). Por ejemplo: Ro 3.10-18; 4.7-8; 11.33-36; Ef 5.14; 1 P 1.24.4 A este respecto no deja de llamar la atención que de los numerosos cánticos y doxologías que encontramos en Apocalipsis, ninguno se imprima como texto poético.5 Entre los responsables de las ediciones contemporáneas del texto bíblico no hay unanimidad en cuanto a este aspecto de la impresión.

Pedro Ortiz ha sostenido la tesis de que, con excepciones fácilmente comprensibles, todo el texto del NT está escrito en una suerte de prosa poética. Ya publicó, hace muchos años, el texto de griego Romanos de acuerdo con ese principio. Falta por hacer el mismo trabajo con el resto del NT.

Por no corresponder a los alcances de esta reseña, no entramos aquí al análisis de las traducciones de los textos referidos en primer lugar, en cuanto poéticos. Sí haremos referencia a ciertos aspectos particulares de la traducción en algunos pasajes, por su importancia particular.

Léxico y estilo

En líneas anteriores caracterizamos el estilo del P. Ortiz como «terso, directo, concentrado y sin florituras ni desperdicio de adjetivos». A veces pareciera telegramático. La traducción, no siendo para «uso litúrgico» ni de elevado nivel literario,6 también se presta para poner en práctica un estilo tal, incluso en el marco de las limitaciones que presenta el hecho mismo de la traducción.

El análisis del vocabulario de un texto que está dirigido a un amplísimo círculo de lectores, como es el caso de una traducción castellana de la Biblia completa o de una parte de ella, resulta muy complejo. El dominio del léxico varía entre comunidad y comunidad, e incluso entre persona y persona. Más aún: es diverso en una misma persona. En efecto, hay cierto vocabulario que una persona nunca usa en el habla cotidiana, pero que reconoce e identifica cuando la lee o la oye de labios de otra persona; o que solo usaría en escritos o discursos de cierto carácter académico. (En el lenguaje común de intercambio diario, nunca uso –y permítaseme un ejemplo personal– la palabra «inconsútil», que desde jovencito capturó mi atención. La he usado, sin embargo, en algunos de mis escritos.)

Por otra parte, he de confesar que me he asombrado –y más de una vez– al oir ciertos términos y expresiones que he considerado refinados y de cierto nivel «literario», usados, sin afectación, por campesinos costarricenses que, me consta, no habían recibido mucha educación de esa que solemos caracterizar de «formal».

Otro elemento que ha de tomarse en consideración en el análisis del vocabulario tiene que ver con el léxico especializado de las profesiones. ¿Cuántos, que no hayan estado relacionados con los quehaceres de la marinería pueden distinguir entre un «balandro» y una «balandra»? ¿o entre «mesana» y «trinquete»? O quienes no sean ebanistas, ¿sabrán a qué herramientas se refieren la «garlopa», la «gubia» o la «escofina»?

Estas reflexiones tienen como propósito destacar el carácter muy relativo de las observaciones siguientes.

Dice, de la traducción que comentamos, su autor: «se ha adoptado el uso más corriente del castellano en Hispanoamérica» («Prólogo», p. 5). Y es verdad. Sin embargo, encontramos en la traducción algunas palabras que, nos parece, caen en alguna de las categorías a las que nos referíamos en las líneas precedentes. Por ejemplo: «atarraya» (Mt 4.18; Mc 1.16) es léxico de la pesca de río o mar de poco fondo; «pesebrera» (Lc 2.16) no es palabra que se oiga mucho; de «impronta» (Heb 1.3) puede decirse lo mismo, y su uso es más bien culto o literario.

Dos observaciones nos atrevemos a hacer, en cuanto a ciertos usos de la lengua:

Jn 4.10 «Si conocieras…, tú le habrías pedido a él, y él te hubiera dado agua viva»

Nos parece que el «hubiera» debería ser, también, «habría», correlativo así mismo de «conocieras». [Debe señalarse que la secuencia imperfecto de subjuntivo y potencial (o condicional), sobre la cual tanto énfasis se ponía antes, actualmente se ha relajado y no se mantiene con rigurosidad, aun en el uso de quienes son considerados buenos escritores.]

Mt 18.2 «Jesús llamó un niño» Suponemos que la ausencia de la preposición «a», que pareciera necesaria en virtud de tratarse de un objeto directo personal, significa que Jesús no tuvo en mente llamar a un niño determinado, sino que llamó a uno cualquiera de los que estaban a su alrededor. Hemos consultado, casi al azar, varias versiones que teníamos a mano (Nueva Biblia de JerusalénEl libro del pueblo de DiosLa Biblia *Latinoamérica, y la traducción de Bover, incluida en el Nuevo Testamento Trilingüe) y en todas ellas aparece la preposición: «a un niño» (o «niñito»).

Deixis7

Establecer la distinción en la manera como una persona se dirige a otra («tú», «usted», «su majestad», etc.) es uno de los retos a los que tiene que enfrentarse el traductor bíblico.

Tradicionalmente, la versión Reina-Valera, en todas sus revisiones, ha optado por la solución más simple:8 «tú» para el singular y «vosotros» para el plural (y las demás formas pronominales y adjetivas correspondientes a estas), sin consideración del estatus social de los interlocutores. (Véanse, a modo de ejemplo y en dicha traducción, los textos que se mencionan en el párrafo siguiente.)

Dios habla hoy ha decidido por una solución híbrida: en los evangelios se usa constantemente el «tú», sin importar, por ejemplo, quién le hable a Jesús ni a quién este le hable. Pero en Hechos, pongamos por caso, tenemos las siguientes situaciones: (1) Pablo trata de «usted» al comandante del batallón, y el comandante le responde tratándolo de «tú» (21.37-38); (2) el capitán le habla al comandante de «usted» (22.26; 23.18); (3) Pablo se dirige a Ananías de «usted», aunque no sabía que era el sumo sacerdote (23.3-5); (4) el comandante le escribe al “excelentísimo Félix” y lo trata de «usted» (23.26, 30); (5) tanto Tértulo (abogado de Ananías y de los acusadores de Pablo) como Pablo mismo, cuando hablan con el gobernador Félix lo tratan de «usted» (24.2 y 10); (6) Pablo se dirige al rey Agripa como «Su Majestad» (26.2-3, 27, 29).

En la traducción de Pedro Ortiz, en todos estos casos el tratamiento es siempre de «tú», excepto en el último, cuando se emplea la fórmula «Su Majestad». Hasta donde hemos podido constatar, este es el único caso en que se separa del uso del «tú».

Impresión

Nos referimos aquí al texto impreso en tanto tal.

Lo primero que hay que decir es que tenemos aquí un texto impreso nítido, sin dificultad para su lectura: letra clara, suficientemente grande y separada, pero bella, apoyada en un papel que no es totalmente blanco, lo que resulta más descansado y agradable a los ojos.

Pero como el texto impreso perfecto, sin errores, parece no existir, en este también se han colado algunos, de variada índole. Señalamos los que hemos detectado:

**Lc 1.79: dice «nuestro» en vez de «nuestros» **Jn 14.12: Falta lo indicado entre corchetes: «Les aseguro que el [que] cree en mí» **P. 453, encabezado: Dice: Romanos 12; debe ser: Romanos 12-13. (También hay que corregir las dos páginas siguientes.) **P. 513, después del último renglón: la identificación está en renglón inclinado.

Traducción

El aspecto más relevante del texto que reseñamos es, por supuesto, la traducción misma. A este respecto –y dada la imposibilidad de hacer un análisis exhaustivo–, quisiéramos señalar unos aspectos que consideramos sumamente significativos, referidos a ciertos pasajes en concreto.

Juan 1.1

En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, más aún, era Dios.

Las varias versiones que hemos consultado traducen, sin excepción, los kaí del texto griego por la conjunción copulativa «y», que es su sentido primario. Sin embargo, kaí… kaí puede equivaler, además, a nuestro «no sólo… sino también»; es decir, puede tener un sentido intensivo. Al analizar la estructura significativa de este versículo, se nota claramente que el escritor-poeta está acumulando una frase sobre la otra, asumiendo la anterior y, en cierto sentido, superándola: primero se dice que la Palabra «existía en el principio», o, si se prefiere, desde antes del principio (lo que se destaca por el uso del imperfecto). Sobre esa base, se añade la afirmación de que esa Palabra «estaba con Dios» («junto a Dios», traducen otros9). Y luego, se sostiene categóricamente que «era Dios», como si dijese: «No sólo estaba en el principio, no sólo estaba con Dios; se trata de que era Dios». Por eso nos parece acertada, y afortunada, esta traducción de la última oración de este versículo: «más aún, era Dios».

Juan 7.37-38

El último día, el más solemne de la fiesta, en voz alta hizo Jesús este llamamiento: “El que tenga sed, venga a mí, y el que cree en mí, que beba”. Porque, como dice la Escritura, de su pecho habían de brotar manantiales de agua viva.

Quisiéramos señalar solamente que se ha discutido mucho sobre la traducción de este texto. Las opiniones están divididas, desde los primeros siglos, respecto ala relación entre los verbos «venir», «beber» y «creer», y, además, respecto del lugar que ocupa la cita de la Escritura. Por eso, nos encontramos estas traducciones castellanas:

Quien tenga sed, que se acerque a mí; quien crea en mí, que beba. Como dice la Escritura:… (Nueva Biblia española)

Quien tenga sed acuda a mí a beber: quien crea en mí. Así dice la Escritura:… (Biblia del peregrino)

El que tenga sed, que venga a mí. Pues el que cree en mí tendrá de beber. Lo dice la Escritura:… (La Biblia *Latinoamérica)

El que tenga sed, venga a mí: y beba el que cree en mí. Como dice la Escritura:… (El libro del Pueblo de Dios)

Si alguno tiene sed, que venga a mí, y beberá el que cree en mí, como dice la Escritura:… (Nueva Biblia de Jerusalén)

Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura… (Reina-Valera 1995)

Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura… (Nueva versión internacional)

Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba. Como dice la Escritura… de todo aquel que crea en mí… (Biblia de América,de La Casa de la Biblia)

En las tres últimas versiones, la frase de la Escritura se vincula directamente con el verbo «creer» (o, más bien, con el sujeto del verbo); en las cinco primeras, es una especie de frase explicativa, relacionada con todo lo anterior, y no sólo con el sujeto del verbo «creer».10

Todo traductor traduce desde su propia tradición eclesiástica y teológica. En la traducción del P. Ortiz se percibe a veces que el autor tiene en mente, como lectores primarios, a católicos de habla castellana y de la América Latina. La legitimidad de este hecho es indiscutida. Pero lo señalamos porque uno encuentra textos que, aun cuando están correctamente traducidos, el vocabulario escogido puede producir reacciones negativas por parte del lector evangélico o protestante. Tal reacción suele ser, por lo general, emocional, quizás porque trae a la memoria aspectos polémicos. Tomemos un caso:

1 Corintios 13.12

Actualmente vemos a Dios reflejado en imágenes y a través de símbolos. Pero al final lo veremos cara a cara.

Esta es la traducción a la que están más acostumbrados los lectores evangélicos:

Ahora vemos por espejo, oscuramente; pero entonces veremos cara a cara.

Y así lo traduce la Dios habla hoy:

Ahora vemos de manera indirecta, como en un espejo, y borrosamente; pero un día veremos cara a cara.

Como ya indicamos, para el lector evangélico el problema radica en la selección de los términos que se usa, pues, por historia de sobras conocida, las palabras «imágenes» y «símbolos» tienen resonancias polémicas. El lector excesivamente suspicaz puede, incluso, ver en el texto lo que allí no se dice. De otros pasajes habría que decir algo similar.11

Hay otros aspectos que podrían comentarse de esta traducción, por separarse de otras traducciones o por lo que tiene de novedoso,12 pero quedan esos comentarios para otra ocasión. Valga terminar señalando que se trata de una traducción digna de ser tomada en consideración por los lectores y estudiosos del NT, tanto por el frescor del texto castellano como por su sobriedad y apego a lo que dice el idioma original.❒

Al analizar la estructura significativa de este versículo, se nota claramente que el escritor-poeta está acumulando una frase sobre la otra, asumiendo la anterior y, en cierto sentido, superándola: primero se dice que la Palabra «existía en el principio» […]. Sobre esa base, se añade la afirmación de que esa Palabra «estaba con Dios» […]. Y luego, se sostiene categóricamente que «era Dios », como si dijese: «No sólo estaba en el principio, no sólo estaba con Dios; se trata de que era Dios». Por eso nos parece acertada, y afortunada, esta traducción de la última oración de este versículo: «más aún, era Dios».


1 Pueden citarse, entre otras, las siguientes: Introducción a los evangelios (Santafé de Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana y Centro Editorial Javeriano, 1995); Concordancia manual y Diccionario griego-español del Nuevo Testamento (Madrid: Sociedad Bíblica de España, 1997); Léxico hebreo/arameo-español español-hebreo/arameo (Madrid: Sociedad Bíblica de España, 2001).

2 Aparte de su carrera académica vinculada a la Biblia, se ha dedicado también al estudio de las orquídeas, campo en el que ya ha hecho varias publicaciones de reconocido prestigio internacional.

3 Una de las más prestigiosas es el Novum Testamentum Graece,27de Nestle-Aland (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft,1996, 4ª impresión). (Véase la nota 4 de esta reseña.)

4 No se dan las referencias de todos los casos sino sólo de algunos. Los que acaban de mencionarse también tienen estructura poética (menos Ro11.33) en la edición crítica de JoséM. Bover y José O’Callaghan: Nuevo Testamento Trilingüe (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1994).

5 Véanse, por ejemplo, estos pasajes, entre otros muchos: 1.7; 4.8, 11; 5.9-10, 12, 13b; 7.12; 11.15, 17-18; 12.10-12.

6 Distinguimos entre «nivel literario» y «calidad literaria». Esta última tiene que ver, a nuestro entender, con la corrección, precisión y belleza en el uso de la lengua, y puede encontrarse en textos de exquisita sencillez o de elaborada complejidad. Con estos últimos aspectos asociamos, más bien, el «nivel literario».

7 Véase: Ronald Ross, «Deixis social en el texto de la Versión Popular», en Traducción de la Biblia, vol. 1, Nº 2 , abril de 1991; p. 1-13.

8 Con esto no queremos decir que esa fue la razón para que se optara por esa fórmula.

9 Como, por ejemplo, la Nueva Biblia de Jerusalén.

10 De las demás versiones que consultamos, en otros idiomas, puede deducirse que la exégesis protestante tiende a inclinarse por la traducción que relaciona la cita de la Escritura con «el que cree en mí»; la católica, por su parte, relaciona «el que cree en mí» con «beba». Hay que aclarar, no obstante, que en varias versiones se incluyen notas que muestran las dos posibilidades de entender el texto.

11 Como, por ejemplo: Mt 1.25; Tit 3.5-6. Para algunos intérpretes, el problema es exegético y no solo de elección de palabras.

12 Por ejemplo, el cambio de un verbo en primera persona («yo era»: 1 Co 13.11) a tercera persona («uno es»), para hacer más general la comparación; la traducción del término ekklesía por «comunidad» (1 Co 14, entre otros muchísimos casos) o de la salutación de la gente en Jn 12.13.


Colaboradores

Plutarco Bonilla

Director de Traducción de la Biblia. El Prof. Bonilla, consultor jubilado de Sociedades Bíblicas Unidas, está a cargo de varios proyectos de publicaciones en castellano. 

Edesio Sánchez Cetina

Consultor de traducciones de Sociedades Bíblicas Unidas, el Dr. Sánchez dirige el proyecto de traducción de la Biblia en lenguaje sencillo. Ha sido consultor de la traducción de las Escrituras a varios idiomas indígenas. Es autor de varios libros.